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EL “SENTIDO” DE LA VIDA: EL ESPÍRITU DEL COSMOS. 2° parte.

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A fuer de no tener claridad sobre su situación, el Ser humano se dio UNA respuesta sobre su motivo y razón de vivir, sobre su razón de ser, de estar sobre la tierra y su destino cósmico. Para ello, echó mano de su capacidad de elucubración y, por supuesto, encontró algo: su mundo, la edificación de una sociedad y una cultura que lo representa y justifica en Nombre y por pedido de númenes que exigen de él cierta conducta que podrá convertirlo en heredero permanente de la superioridad, en miembro de derecho de ese status nouménico. Los dioses… Dios. Y su función era necesariamente, indefectiblemente,   servir a los dioses, servir a Dios: cumplir su veredicto, su Voluntad. Justificarse ante los dioses –o ante Dios—como ejecutor. Sin mandamientos ni órdenes explícitas, en principio: solo dar satisfacción a las expectativas divinas… Sus propias aspiraciones!   La religión. He ahí el punto necesario, por lo que esa ideología ha prevalecido por siempre en la conciencia del Hombre,

El compromiso del Hombre: consigo mismo!

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Actuar… Construir, lograr… “Hacer”, pues, parece el compromiso del Hombre en la Tierra, compromiso que lo lleva a la acción inveterada de tener en vez de Ser en un entorno que ni siquiera conoce a plenitud… ¡El Hombre ni siquiera conoce a fondo su planeta!   Mucho menos su posición en el cosmos: hasta se sorprende de ver la magnitud de su planeta en el universo cuando se ha creído el centro del mismo… Y, sin embargo, ése es el reto existencial del Ser humano: entenderse, más aún si está consciente de la situación… Y el problema es mayor: ni siquiera el Hombre se conoce integralmente a sí mismo, lo que sí es de por sí grave: se equivoca en sus apreciaciones y características personales y de grupo, e ignora la posibilidad de casi todo destino humano argumentándose pretextos de carácter racial, grupal o personal, a los que asigna doctrinalmente consagraciones o misiones… Ha tenido que inventar destinos etéreos, post-mortem evidentemente, para darse la tranquilidad de ser trascend